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LOS DEMÁS SOMOS NOSOTROS - COLUMNA por Dr. Abel Cornejo

Perfil de Abel Cornejo en HolaSalta: https://holasalta.com/profile/abelCornejo



  Esta frase pertenece al querido y popular cantante argentino Roberto Sánchez, que se hizo célebre como “Sandro” y tiene una enorme vigencia aplicada al presente ¿Qué quiso decir Sandro en su momento? Esa afirmación se la dijo a un afamado productor discográfico cuando le recomendó alejarse de la banda musical que había fundado con sus amigos, recomendándole también que cambiase de repertorio, porque el gusto de la gente no era precisamente el de su repertorio. “No cantás para los demás, le espetó” y Sandro le respondió: “los demás somos nosotros”. Nuestra realidad nos interpela con esa frase tan sencilla como profunda; tan elocuente como fácil de comprender. En un momento donde se anuncian ajustes, pronósticos duros o hasta reservados, generan cierto temor y hasta desazón. Seguramente, vendrán los inventarios del pasado reciente y desde más atrás. También es cierto que hay responsables. Como así de que las crisis son cíclicas en la Argentina. Lo que es seguro, asimismo, es que la sociedad en su conjunto no eligió esta realidad, ni la crisis, ni el aumento de la pobreza. Es evidente que eligió un cambio, que algunos se animan a llamar: salto al vacío. Otros más cautos, preferimos decir: el ingreso a lo desconocido.


Ni una cosa, ni la otra son buenas, aunque debamos aceptarlas, porque la realidad es a menudo inmodificable, es la púnica verdad, dijo un viejo y avezado líder político. Y aquí es donde aparecen las bases indispensables para la construcción de un pueblo. Los principios sociales fundantes, más allá de las crisis de la economía, son los que nos dan sustento y fortaleza, firmeza y templanza; prudencia y justicia. Son los rectores que nos orientan en momentos de zozobra y nos conducen a buen puerto, aún en el peor de los naufragios. Son los carriles de la esperanza. Según Romano Guardini, un gran pensador que los formuló dividiéndolos en cuatro, esos principios son 1) el tiempo es superior al espacio; 2) la unidad es superior al conflicto; 3) la realidad prevalece sobre la idea; y 4) el todo es más que las partes y la mera suma de las partes. Según Juan Carlos Scannone, continuador doctrinario de Guardini, en la definición de «pueblo», «lo que prevalece es el “querer y obrar” juntos en pos de un mismo bien común.


Si el tiempo es superior al espacio, lo que necesitamos es la fortaleza y la templanza para soportar las borrascas, sabiendo que la solidaridad es el único objetivo posible para beneficiar los intereses populares, sin la disolución del Estado, porque en la mancomunidad del Estado se puede observar al paragua protector de los que menos tienen. Y en ese caso, de lo que se trata es de una buena administración de las políticas públicas, sin desamparar a vastos sectores de la sociedad respectos de los cuales, ni el sector privado ni las corporaciones acudirán en su auxilio. La unidad es superior al conflicto, porque ante la lucha de facciones, intereses o ideas debe primar siempre el bien común y éste sólo se alcanza, si, ante todo, recordamos que el preámbulo de la Constitución nos marca la imperiosidad de constituir la unión nacional; es decir declinar posiciones irreductibles en procura del favorecimiento de la mayor cantidad de gente posible. El trabajo y la producción son los pilares fundamentales de una economía con dignidad y contenido social.


A su vez, la realidad prevalece sobre la idea. E un país de un enorme potencial predestinado a ser exitoso como es la Argentina, la realidad es la que manda; es una suerte de ordenador hacia el cual deben dirigirse absolutamente todos los esfuerzos, por encima de cualquier idea. Las ideas deben confluir adaptándose a la realidad. De manera tal que podamos emerger con la convicción plena de que el desarrollo humano no es simplemente una utopía, sino el resultado favorable de una nueva realidad que dignifica a las personas. El todo es más que las partes y la suma de las partes, por que en la visión global de una sociedad es donde se descubre la verdad. La verdad es el acuerdo entre las palabras y los actos. Y los actos deben encaminarse a dar verosimilitud y certezas. Ante el desamparo el amparo. Ante la pobreza estructural, los esfuerzos denodados no para aumentar el clientelismo, sino para solucionar contrabajo y producción la situación de miles de argentinos que llevan a la fecha tres generaciones de postergados que esperan al menos un alivio ante situaciones acuciantes y desesperantes. Tal vez por ello, la obra pública sea la última cuerda que sostenga sus anhelos para no caer al abismo del precipicio. En este momento estoy en la ciudad de Buenos Aires, donde estudié y me recibí, donde pude doctorarme y no puedo sacar de mi mente imágenes lacerantes del interior profundo de nuestra querida Argentina. Pienso también que “los demás somos nosotros”. Pueden llegar los ajustes, quizás necesarios en la coyuntura, pero si llegan que sean en miras de un destino humano mejor, del progreso social y de no terminar de ahogar las voces agónicas de los que ya tienen ahogado su grito.


Y esa forma llegará inexorable, si el diálogo entre todos, en las instituciones, en los barrios, en la calle, escucha ese clamor mayoritario que tal tuvo que optar más que votar y es probable que haya optado ante la desesperanza. De allí que en este tiempo en que falta muy poco para que empiece un nuevo ciclo, sería una infinita alegría que exista una mirada interior, tanto hacia el espíritu, como a cada rincón argentino que necesita de grandeza, de renunciamientos y esencialmente de solidaridad en el cabal sentido del término para que nadie se sienta que son “los otros”, sino que todos seamos “nosotros”; nosotros el pueblo de la Nación Argentina, el alma de la Argentina. No somos los músicos de barrio desplazados porque era una orquesta humilde, sino una gran banda que afina todos sus acordes en base a poder conversar. Nadie tiene la solución, sino que todos la tenemos. Un pueblo se convence cuando es escuchado, aún en los momentos cruciales de nuestra historia. Con esos cuatro principios fundantes, podremos alcanzar el progreso espiritual tan necesario en momentos de crisis que parecen terminales y no lo son; acaso porque podrán robarnos todas las flores, pero jamás la primavera, como dijo el poeta.


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