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LA ARGENTINA EN SU LABERINTO - COLUMNA por Dr. Abel Cornejo

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Cuando se lee el texto del artículo 99 inciso 3° de la Constitución  ninguna duda interpretativa cabe más que el Poder Ejecutivo no podrá, en ningún caso, bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo. A continuación dice, solamente cuando circunstancias excepcionales hicieren imposible seguir los trámites ordinarios previstos por la Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate de normas que regulen materia penal, electoral, tributaria o el régimen de los partidos políticos, podrá dictar decretos por razones de necesidad y urgencia, los que serán decididos en acuerdo general de ministros que deberán refrendarlos, conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros. El jefe de gabinete dentro de los diez días debe someter la medida - es decir el decreto de necesidad y urgencia - a consideración de la Comisión Bicameral permanente, cuya composición deberá respetar la proporción de las representaciones políticas de cada Cámara legislativa. Hasta ahí la letra de la Constitución Nacional.


Ahora bien, el presidente de la Nación fue votado por el 56 % de los argentinos en un balotaje. No cabe duda alguna que ese abultado porcentaje de ciudadanos que sufragó para que triunfara esperaba una cambio sustancial de prácticas políticas y de la situación económica, Dado que ambos tópicos, son los que en este momento enardecen y preocupan a la sociedad argentina. Al menos, en esa mayoría expresada claramente en las urnas. Nadie puede negar que, el presidente lleva al momento de escribirse esta nota, solamente once días en el poder. Como también es cierto que en esos once días, se practicó un ajuste que no conoce antecedentes en la historia nacional, con el propósito de bajar abruptamente el déficit fiscal y controlar la inflación. Desde luego que hay otro dato no menor, en ese lapso, el país que ya traía aparejada numerosas dificultades económicas sin soluciones a la vista se encareció de pronto de una manera inusitada. Con el agravante de que los ingresos del pueblo argentino ya venían cayendo. Luego del cimbronazo de los precios y la devaluación del dólar oficial, fueron en caída libre. Algunos economistas de fuste sostienen que después de esta apocalipsis debería haber vida, es decir que los sectores de la producción puedan sobrevivir. Por cierto estos hechos no son nuevos en la Argentina de los últimos setenta años. Hay nombres emblemáticos de ministros que acudieron a esta receta: Alsogaray, Krieger Vasena, Celestino Rodrigo, Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, son recordados por esas prácticas. No hubo medidas idénticas. Sí parecidas. Los resultados constan en los manuales de historia económica. No fueron alentadores. 


El DNU que acaba de firmar el presidente comprende una amplia gama de temas, algunos de altísimo impacto otros no tanto. Van desde la disolución del Fondo de Lucha contra el Fuego a la privatización de los clubes de fútbol. Desde la reforma laboral a la apertura de los cielos y como si fuese consecuencia de ellos, la privatización de Aerolíneas Argentinas. Sí preocupa, que si ese Decreto de Necesidad y Urgencia se cumple en un 70%, aumentará inexorablemente la cifra de desempleo. Mal endémico en este país si los hay, y con ello el aumento de la pobreza. Sugestivamente, hay cajas muy concretas de financiamiento espurio que no fueron tocadas ni mencionadas, a saber: Fondos fiduciarios, empresas públicas y privadas, organismos descentralizados, regímenes especiales, la Administración Federal de Inteligencia y su manejo discrecional de millonarios fondos reservados sin rendición de cuentas más todo el sistema del juego, tanto legal como clandestino que amasa fortunas que, incluso, se destaparon durante la reciente campaña presidencial. El juego tal como está concebido, tributa muy poco y lava mucho dinero sucio. A la vez ni se mencionó la sanción de la tantas veces demorada ley de Coparticipación Federal, ni la posibilidad de que las provincias puedan contratar por sí mismas fondos inversores para la realización de la obra pública, porque su paralización, implicará el desplome del la infraestructura nacional, que ya viene deteriorada. Tampoco se mencionó la posibilidad cierta de un blanqueo de capitales con beneficios concretos. Se dice que hay fondos argentinos en el exterior por valor de U$S 4.000.000.000 de dólares. Si sólo ingresará el 25% de esos fondos, serían una inyección formidable a las deterioradas arcas del Estado.


Otra curiosa paradoja es que se pregone la reducción del Estado hasta llegar al mínimo, fiel al pensamiento liberal libertario o anarco liberal como corresponde denominarlo más apropiadamente. En efecto, por una serie de motivos que se fueron dando a conocer estos días, no se cerrará el Banco Central, el peso que había sido denominado “excremento” seguirá vigente muchos años más y de paso el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, hasta instantes de asumir era (¿es?) socio de la financiera más que consultora, Anker, conjuntamente con el ministro de Economía, el polifuncional Luis “Toto” Caputo. De la ley de Ética Pública ni hablemos y menos en momentos de crisis que es cuando más hay que observarla y hacerla observar. Detalles que a menudo hay que cuidar.


Lo cierto es que ese paquete de medidas variopintas que el propio presidente definió como cambio histórico y otros más poéticos como momento fundante de la Nación Argentina, debieron haberse debatido en el Congreso Nacional, tal como lo establece la Constitución. No es bueno, ni saludable, ni legal darle la espalda al Congreso. Allí están los representantes del pueblo, no las castas. Las castas viven en la India centenariamente y son cuatro, no una. Recordemos que las castas hindúes son estratificaciones sociales. Nosotros venimos insistiendo y lo seguiremos haciendo que la Unidad nacional es la única puerta de salida a la crisis argentina. Involucrar a todos los sectores, para que opinen y aporten ideas con grandeza y sin soberbia. Apostar fuertemente a la producción nacional y a su favorecimiento integral. Pero cuidado que el ajuste no sea otra vez el modelo de exclusión y empobrecimiento que padezca la mayoría de los argentinos y un sector concentrado del poder económico multiplique sus ingentes ganancias por favorecimientos sectoriales. Recomiendo especial ver una película sobre la crisis griega de 2015, dirigida por ese insigne director que es Costa Gavras, cuyo nombre es “A Puertas Cerradas”. Allí podrán verse las preocupaciones padecimientos y a la vez la dignidad con la que afrontó esa voraz crisis el pueblo griego, fundador de la civilización occidental. Mientras tanto, hagamos un esfuerzo y exijamos que se cumpla la letra de la Constitución, decía Alberdi que es la única carta de navegación en tiempo de borrascas. Haremos historia cuando las instituciones funcionen en plenitud.


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