"Este es el médico del San Bernardo que violó, abusó, violentó a su pareja y propia hija"
- Equipo de HolaSalta!
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Actualizado: hace 17 minutos
¡Escándalo imperdonable en Salta! Ricardo Javier Fernández, un cardiólogo de 60 años que hasta hace apenas días atendía pacientes vulnerables en el Hospital Público San Bernardo y en sus consultorios privados de Pieve, ha sido expuesto acusado como un depredador familiar.

Imputado por abuso sexual con acceso carnal contra su exesposa, Constanza Lee, en una causa que duerme en el Juzgado de Garantías 3° Nominación del Distrito Centro (legajo 190.747/24), este "profesional" de la salud ha sido acusado por su propia hija, Sofía Fernández Lee, de 27 años, de someterla a 14 años de un infierno de maltrato físico, psicológico y económico. ¿Cómo es posible que un monstruo como este haya seguido ejerciendo la medicina, tocando y "cuidando" a mujeres, niños y niñas, hasta que la presión pública lo obligó a apartarse? ¡Indignante!
El Ministerio de Salud de Salta, a cargo de Federico Mangione, recién lo separó de su cargo en el hospital después de que el caso explotara en los medios el 19 de agosto de 2025. ¿Y la Justicia? Avanza a paso de tortuga, oliendo a conexiones, amiguismo y encubrimiento. ¿Cuántas víctimas más habrán sufrido en silencio por culpa de este sistema podrido?
Sofía, con una valentía que estremece, rompió el silencio en un testimonio desgarrador que debería hacer hervir la sangre de cualquier persona con un mínimo de empatía. Desde sus tiernos 4 años hasta los 18, vivió bajo el yugo de un padre que la convertía en su punching bag personal. "Me pegaba, me gritaba, me insultaba, me amenazaba", relata Sofía. Imagínenlo: un hombre que jura salvar vidas en un hospital público, arrastrando a su hija del pelo por la casa hasta que mechones enteros se le caían en las manos, levantándola del suelo por la oreja o el cuello hasta que sus pies no tocaban el piso, y luego abofeteándola sin piedad. La tiraba al suelo para patearla como a un animal, todo acompañado de insultos que destrozaban su autoestima. ¿Y por qué? Por ridiculeces como dejar el control remoto en el sillón en vez de la mesa, un tenedor mal lavado, una puerta que crujía por el viento o una bolsa de basura "demasiado llena". A veces, confiesa Sofía, parecía que su mera existencia lo enfurecía. ¡Qué horror! Este sadismo no se limitaba a golpes: la obligaba a lavar platos con agua casi hirviendo, día tras día, al almuerzo y la cena, desde sus 12 o 13 años. Sus manos quedaban rojas, ardiendo de dolor, mientras lloraba y él le prohibía bajar el calefón o abrir el agua fría. ¿Pueden imaginar el sufrimiento de una niña quemándose viva las manos por complacer a su verdugo?
Pero el sadismo escalaba a niveles repugnantes. Fernández le sacaba la bombacha sucia y se la refregaba por la cara, o le metía la cabeza en el inodoro tapado o sucio, obligándola después a limpiar. Cuando era pequeña, destruía sus juguetes frente a sus ojos y la forzaba a tirarlos a la basura ella misma. Al crecer, hacía lo mismo con celulares, computadoras, perfumes, maquillaje y libros. Todo esto en la intimidad del hogar o el auto, donde nadie veía al "padre ejemplar" que presumía en público. Fuera de casa, este hipócrita se pavoneaba: organizaba fiestas, cumpleaños lujosos, cenas en los mejores restaurantes, viajes de vacaciones, cambios de auto y casas nuevas. Presumía de enviar a sus hijos a colegios caros y de darles "todo". Pero ay de Sofía si no se sentaba perfectamente derecha en una silla de restaurante: al llegar a casa, los gritos, insultos y golpes eran inevitables. ¿Cómo un hombre así podía mirarse al espejo y luego ir a un hospital a "cuidar" a pacientes, muchos de ellos mujeres y niños en situaciones vulnerables? ¡Es nauseabundo pensar en las manos que golpeaban a su hija tocando cuerpos ajenos en consultas médicas!
El abuso no se limitaba a lo físico. Psicológicamente, la destrozaba: "No servís ni para empleada doméstica", le repetía, negándole elegir su carrera a los 17 años (2016), cuando la expulsó a una pensión para estudiar en la UNSa. A pesar de su holgada situación económica, le daba el equivalente a míseros 5.000 pesos actuales por semana, apenas para comida y fotocopias. La humillaba obligándola a ir a su consultorio a una hora específica para cobrar, con frases como "así se siente una empleada doméstica cuando va a cobrar su miserable sueldo". Sofía tuvo que trabajar como moza los fines de semana, y entonces él cortó todo: alquiler, manutención. Abandonó la universidad para trabajar full time. Tras el divorcio en 2020, cortó contacto, pero el trauma persiste: pesadillas nocturnas, insomnio, agitación, transpiración, contracturas, dolores de cabeza y cuerpo. Recuerdos que brotan con algo tan simple como lavar platos. Sofía tiene tres hermanos menores que también sufrieron, aunque no habla por ellos. Y su madre, violada por este energúmeno, aguantó 19 años de terror antes de denunciar. ¡19 años! ¿Cómo una familia entera vivió este calvario sin que nadie interviniera?
Aquí es donde la indignación explota: el sistema falló estrepitosamente. Sofía llamó a la policía dos o tres veces de niña, temblando de miedo, pero Fernández los convencía de que era "una actriz exagerada". Apenas se iban, la paliza era peor. A los 13 años, llegó al colegio con la cara golpeada –como tantas veces–, y por primera vez una profesora de Inglés se preocupó, llamó a los padres y escuchó su relato. Sofía sintió esperanza... pero le dijeron lo mismo que a la policía, y al llegar a casa, más golpes. ¿Dónde estaban los demás profesores, directivos? ¿No tienen capacitación para detectar violencia infantil? ¿La policía tampoco? ¿La palabra de un adulto vale más que una niña con moretones visibles? En 2021, cinco años después de escapar, Sofía fue al Polo de la Mujer a denunciar: le respondieron que si no la había golpeado en los últimos dos años, ni siquiera tomaban la denuncia. ¡Absurdo! ¿Qué herramientas reales tienen los menores para escapar del infierno? ¿El colegio? ¿La policía? Sumado al terror de represalias peores por hablar. Y si logras salir por tus medios, ¿luego no puedes denunciar porque "pasó el tiempo"? Sofía siente que sus 14 años de tortura quedaron en el olvido, mientras Fernández sigue su vida impune.
Pero la marea está cambiando gracias a la valentía de Sofía y su madre. El caso estalló en redes y medios el 19 de agosto de 2025, con publicaciones de HolaSalta Noticias que detallaron el horror. Solo entonces, el 20 de agosto, el Ministro de Salud de la Provincia, Federico Mangione anunció que Fernández no atenderá más pacientes en consultorios externos del San Bernardo. ¡Tardío! ¿Por qué no actuaron antes? ¿Sus conexiones en el mundo médico lo protegían? Este perfil psicológico –un sádico manipulador– atendiendo a mujeres y niños es un peligro público. ¿Cuántas pacientes habrán sentido su "cuidado" con esas mismas manos violentas?
Esto no es un caso aislado: miles de mujeres, esposas, hijas e hijos sufren en silencio, aterrorizados de denunciar. Tomó 19 años para que esta familia hablara, viviendo bajo manipulación y miedo. ¡Basta de impunidad! Compartí esta nota hasta que reviente las redes. Exigí justicia ya para Sofía, Constanza y sus hermanos. Que Fernández pague por cada golpe, cada insulto, cada violación.
¿Seguirá libre este depredador gracias a amiguismos? #NoMasViolencia #JusticiaParaSofia #DenunciaYa #SaltaIndignada.
Si estás sufriendo algo similar, no calles: hay ayuda, y juntos derribamos monstruos. ¡Que tiemble el sistema que los protege!