Caso Jimena Salas: Ocho años, muchas idas… ¿y pocas certezas?
- Equipo de HolaSalta!

- 27 sept
- 6 Min. de lectura
El juicio por el femicidio de Jimena Salas, asesinada brutalmente en su casa de Vaqueros en 2017, comenzó en Salta. Tras años de incertidumbre, la Justicia "intentará" dar respuesta a un caso que conmocionó a toda la provincia.

Ocho años y meses después del brutal femicidio de Jimena Beatriz Salas, esta semana se reanudó un nuevo juicio que pretende arrojar luz sobre lo que pasó aquel 27 de enero de 2017. Pero muchos salteños no saben si esto es un verdadero intento de justicia o —como algunos afirman en voz baja— una “mejicaneada” más: puro circo jurídico para cubrir algo, o a alguien.
Desde el primer día, el caso cargó con silencios oficiales, versiones cruzadas y demoras inexplicables. Hoy, mientras los hermanos Saavedra enfrentan acusaciones de homicidio calificado y femicidio, las preguntas pican fuerte en la calle: ¿A quién protege este sistema? ¿Realmente fueron los Saavedra? ¿Quién fue el autor intelectual? ¿Aquí hay gato encerrado?

Antecedentes de una causa que se alarga
La muerte de Jimena —hallada en su casa en Vaqueros con más de 40 (o incluso 57 según algunas fuentes) puñaladas— detonó una conmoción inmediata en Salta. Sus hijas pequeñas fueron encerradas en el baño; su esposo la halló tendida en el living comedor.
En las primeras investigaciones se barajó la hipótesis de un robo, también apuntaron al viudo, incluso a un vendedor ambulante llamado Sergio Horacio Vargas como “campana”. Ambos fueron sometidos a juicio en 2021, pero fueron absueltos por falta de pruebas, pero ¿se descartó seguir investigando al viudo?.

Fue recién en 2022 cuando aparecieron imputados los hermanos Javier Nicolás, Carlos Damián y Adrián Guillermo Saavedra. En ese nuevo enfoque, los fiscales sostienen que Javier participó directamente en el crimen (la huella genética lo ubica en la escena) y que los hermanos Adrián y Carlos fueron coautores o colaboradores en tareas de apoyo.
Sin embargo, la investigación no está exenta de grietas:
La figura de un “Hombre 2” sigue sin ser identificada claramente.
La defensa sostiene que los hisopados que vinculan a los Saavedra con la escena podrían estar mal tomados o contaminados, y que no se les permitió una contraprueba.
Además, los objetos secuestrados en la casa materna de los Saavedra —DNI, tarjetas de crédito, tarjeta Saeta— forman parte de la acusación fiscal como indicios de una actividad delictiva recurrente.
Para los salteños de a pie, esos giros procesales generan desconfianza: si hubo tantas hipótesis descabelladas, ¿cuál es la versión definitiva? ¿Por qué demoraron tanto en llegar a los hermanos Saavedra como imputados?

El suicidio que apaga más que una voz
Si ya la tragedia era grande, el caso se volvió aún más complejo cuando el principal acusado, Javier Nicolás Saavedra, apareció muerto en la Alcaidía General de Salta el 15 de septiembre de 2025, justo antes de iniciar el juicio conjunto con sus hermanos y en un día donde la población se centraba en las Fiestas Del Milagro.
Según el parte oficial, el Ministerio Público Fiscal informó que Javier habría presentado lesiones autoinfligidas y fue trasladado al hospital Del Milagro, donde llegó sin signos vitales. Afirmaron que se abrió una investigación penal para determinar si hubo intervención externa, pero hasta el momento, no hay información oficial.
Pero al día de hoy surgen múltiples sombras alrededor de su muerte:
No se divulgó —o no se dio a conocer públicamente— una versión oficial detallada sobre cómo se produjo exactamente su fallecimiento, más allá de que había heridas cortantes.
Hay rumores no confirmados de que había dejado cartas, una bitácora o registros íntimos.
Algunos medios señalan que la facilidad para que un preso obtuviera herramientas de autoagresión revela fallas graves del sistema penitenciario, hasta se dicen que "te hacen la cabeza, para que te matés".
Lo más grave: con su muerte se extingue la acción penal en su contra, lo que imposibilita que en ese estrado se le interrogue, confronte pruebas o aporte su versión propia en un debate público.
Para muchos vecinos y observadores, su deceso fue una bomba que apaga voz, memoria y posibilidades: la verdad que él mismo podría haber contado —o negado— ya no será escuchada en ese juicio.

Las pruebas bajo la lupa y el perro que mobilizó un caso
En la jornada inaugural reciente declararon peritos del Cuerpo de Investigaciones Fiscales (CIF). Su informe aborda inspecciones oculares, recolección y análisis de rastros (sangre, huellas de calzado), y allanamientos en la vivienda de los Saavedra.
Uno de los peritos también presentó un análisis comparativo de imágenes: fotos de una perrita tomadas del celular de Jimena, de una testigo y del celular de Javier. En su dictamen, afirmó que existía un “mayor grado de correspondencia” entre ellas, en cuanto al pelaje, orejas oscuras, hocico con matices y correa naranja/roja.
Pero la defensa se aferró al formalismo: cuando el juez preguntó por qué no se expresaba ese grado de correspondencia en porcentaje, el perito contestó: “no son categóricos de identidad”.
Para la fiscalía, ese “semejante perro” fue un ardid: se agotó la hipótesis de que la mascota fue utilizada como señuelo por los atacantes para que Jimena bajara la guardia.
Pero los escépticos preguntan:
¿es suficiente semejanza canina para sostener una acusación?
¿Qué tan confiables son esas pericias visuales, cuando no hay certeza absoluta?
¿Hubo posibilidad real para que la defensa contrarrestara esa prueba con otro perito?
¿No es sospechoso que toda la teoría del robo, el ardid y la “mascota extraviada” se apoye fuertemente en ese enlace visual?
La escena del crimen, además, no ofreció hallazgos definitivos de las armas usadas. Las armas nunca fueron encontradas. Salas presentaba heridas defensivas en brazos, cortes en manos, y decenas en cuello, tórax y abdomen que provocaron una hemorragia masiva y el shock hipovolémico.
Otro punto polémico: el cuerpo de Jimena fue retirado por su madre al día siguiente y cremado el 29 de enero. Esa decisión tuvo controversias porque, al eliminar restos físicos, se reduce la posibilidad de nuevas pruebas forenses.
Cuando todos esperaban que cada trozo de evidencia se exhibiera en el juicio, muchas de esas piezas permanecen en informes cerrados, sin acceso público. Para muchos salteños, la justicia parece reservar sus secretos.

El juicio continúa… en medio de opacidades
El nuevo juicio comenzó formalmente el 24 de septiembre de 2025, con los hermanos Adrián y Carlos Saavedra enfrentando las acusaciones. Se informó que el expediente del fallecido Javier fue desacumulado del debate.
Durante su declaración, Adrián sostuvo que él “no existe” en esta causa; que no conoce ni a Jimena ni al entorno del crimen. También cuestionó los hisopados del ADN, diciendo que están mal hechos o contaminados. Carlos, por su parte, dijo que la acusación apunta a personas equivocadas.
Curiosamente, la madre de Jimena, Cristina García, sorprendió: tras declarar, pidió la liberación de los acusados y afirmó que no cree que sean los responsables. “Siempre volvemos al principio”, dijo, señalando que el paso del tiempo y las fallas judiciales opacan cualquier certeza. Agregó que “la Justicia no existe” y que su hija ya no volverá a vivir.
Mientras tanto, en el ámbito institucional, la Justicia de Salta publicó la noticia del inicio del juicio enfatizando la lectura de la requisitoria fiscal y los imputados. Pero el comunicado también reconoció que el expediente del imputado fallecido fue sobreseído del debate.
Para la sociedad salteña, esta mezcla de avances formales y resignaciones silenciosas genera un sentimiento ambivalente: si algo cambia, ¿será hacia la verdad o hacia una farsa más pulida?
Las preguntas que resuenan en Salta (y que la justicia aún no responde)
¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que se brinde una versión oficial y detallada del suicidio de Javier?
¿Quién garantiza que ese suicidio no silencia una versión incómoda o pruebas incómodas para algún actor invisible?
Si Javier no está en el juicio, ¿cómo podremos saber su rol, su defensa o sus contradicciones?
¿Por qué no se publican con claridad todas las pericias, los informes de ADN, los registros forenses, las imágenes originales y los cruces de prueba que implican tan alto riesgo institucional?
¿A qué intereses puede servir tapar —o dilatar— la verdad en este caso?
Si las dudas persisten tras ocho años, ¿es la Justicia quien protege o quien encubre?
Esta nota no pretende anticipar veredicto. Pero tampoco se la puede escribir desde la ingenuidad. En un país donde muchas causas quedan en el limbo del olvido, el caso Jimena Salas es una herida abierta en el sistema judicial salteño. Con su muerte, Javier llevó consigo parte del misterio; con el juicio incompleto, los acusados llevan su palabra limitada.
La ciudadanía espera que esta vez no sea un espectáculo de tela y ecos. Que la justicia ilumine, aunque incomode, aunque timbre. Que las preguntas no se apaguen en las mansiones del silencio. Porque si hasta ahora hemos tenido muchas audiencias y pocas certezas, lo menos que puede hacer la justicia es demostrar que no protege sombras.


































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